Recién celebrado su 250 aniversario, Saint James es el productor de ron agrícola más importante de Martinica y su exclusiva botella cuadrada ha dado la vuelta al mundo. Su dilatada historia, marcada por una congregación religiosa y un visionario hombre de negocios marsellés, constituye un capítulo esencial de la historia del ron.
Saint James es a la vez el productor de ron agrícola número uno del mundo y… ¡un completo desconocido! Nadie ha sabido establecer con certeza el origen del nombre de esta marca comercial, que fue registrada el 21 de agosto de 1882. No procede de ningún lugar histórico, como Trou-Vaillant, su primera destilería; ni tampoco de ninguno de sus sucesivos propietarios ni de las diferentes plantaciones diseminadas por la isla que le proveen de caña de azúcar.
Existen varias versiones sobre el origen del nombre, bastante poco fidedignas o simplemente, poco probables. Por ejemplo, algunas personas relacionan el nombre Saint-James con el padre Edmond Lefébure, prior de los Hermanos de la Caridad en San Pedro de Martinica y creador de la primera azucarera, ya que se cree que era originario de un pueblo llamado Saint Gemmes… o Saint-James.
Lo que sí parece probable es que la influencia británica desempeñase un rol importante por varios motivos: la elección de un nombre inglés para atraer más consumidores durante la época del contrabando anterior a 1767; la influencia de la doble ocupación británica (1794/1802 y 1809/1814) y el reclamo comercial que suponía mencionar el palacio londinense de Saint James, residencia de los soberanos británicos hasta que se incendió en 1809.
Aunque el origen sea incierto e incluso desconocido, la reputación de las Plantaciones Saint James está muy arraigada en Martinica, y parece bastante lógico pensar que Paulin Lambert eligió ese nombre al azar cuando registró la marca, así como la imagen del cocodrilo (o caimán), también de origen desconocido.
La Caridad bien entendida
El nacimiento del ron debe mucho a las órdenes religiosas, igual que el vino de Borgoña. Todo empezó con los Dominicos, incluyendo su célebre prior Jean-Baptiste Labat, que vivió once años en el «Caribe» -como se decía entonces-, entre el 1694 y el 1705. El prior Labat dio su nombre a un alambique que aún es célebre entre los destiladores… aunque en realidad fue inventado más de un siglo después de su muerte.
La orden de los Hermanos de la Caridad, mucho menos conocida, no tenía derecho a predicar en las parroquias pero se les encargó el cuidado de los enfermos. En Martinica, la hermandad se estableció en dos ciudades costeras, Fort-Royal y Saint Pierre, que después se convertiría en la primera capital de Martinica. Las monjas fueron las primeras en establecerse aquí, pero al no poder ocuparse correctamente de los soldados y marineros del rey, fueron rápidamente reemplazadas en 1685 por sus homólogos masculinos.
Para cumplir con su misión y poder mantener el hospital, los hermanos se beneficiaban de una parte de la recaudación de varios impuestos indirectos, de los que más de la mitad provenían de los impuestos a las tabernas. Pero los Servicios Reales pagaban tarde y mal: en veinte años, a principios del siglo XVIII, los religiosos solo habían recibido tres años de réditos. Enseguida comprendieron que debían buscarse otras fuentes de ingresos.
Compraron casas y locales para alquilarlos y, de forma progresiva, comenzaron a invertir en terrenos para cultivar alimentos incluyendo, por supuesto, caña de azúcar. Así se convirtieron en productores de azúcar, como atestiguaba la placa que fue colocada en 1765 en una de las paredes de la azucarera de Trou-Vaillant, en la que se establecía históricamente el nacimiento de Saint-James. En la actualidad, dicha placa se conserva en el museo Saint-James.
En aquella época, azúcar era sinónimo de tafia, un aguardiente de caña burdamente destilado. La tafia era consumida sobre todo por los habitantes de la isla aunque también se exportaba junto a las melazas sobrantes que se enviaban a destilar a Nueva Inglaterra.
La Revolución de 1789, que supuso la expulsión de los Hermanos de la Caridad, no puso en peligro la evolución de sus dominios, que se fueron expandiendo desde Saint-Pierre de forma progresiva. Además, Edouard Henry, el primer gerente (o «granjero» como se decía en la época) fue nada menos que el último abad de la congregación, que después se casó y se convirtió en masón. A pesar de las guerras con los ingleses, Henry desarrolló lo mejor que pudo el dominio de Trou-Vaillant y su refinería de azúcar, así como otra propiedad en Champflore.
El estado francés y después el Consejo General de Martinica, continuarán siendo los propietarios de la finca hasta 1861, trece años después de la abolición de la esclavitud. Al ser subastada, la familia Grottes se convirtió en la primera propietaria privada.
Continuación del capítulo 2: La ascensión de Paulin Lambert.