Estamos viviendo un entusiasmo e interés sin precedentes a nivel mundial por el ron y el vodka, que tienen en común que son productos que pueden fabricarse en diferentes zonas geográficas.
Sin embargo, al ser yo un productor de Guadalupe, no deseo que el ron tenga como el vodka casi una total ausencia de normas. Por ello, suelo alertar con frecuencia a los poderes públicos franceses y comunitarios de la necesidad de fijar y hacer respetar un cierto número de reglas que garanticen al consumidor la calidad y el origen de los rones que se le ofrecen.
En primer lugar, el ron solo puede ser producido a partir de materias primas derivadas de la caña de azúcar. Esto sorprenderá sin duda a nuestros lectores, pero entre los acuerdos comerciales que se están negociando con la India, hemos descubierto que este país produce un alcohol llamado “ron” a partir de cereales que los productores indios pretenden vender en Europa con esta denominación.
En segundo lugar, el consumidor debe poder distinguir entre un ron de calidad y origen y un ron de “marketing”. Esto implica diseñar buenas etiquetas y controlar la entrada de los productos en el mercado en función de una serie de parámetros que nos permitan diferenciar entre un ron “tradicional”, producido exclusivamente a partir de materias primas locales, y un ron “genérico”, producido a partir de materias primas importadas. En mi opinión, no es posible otorgar una Indicación Geográfica si no se produce la materia prima en ese mismo país (algo que sí sucede en el whisky).
Aunque se haya logrado el registro de las Indicaciones Geográficas de los departamentos franceses de ultramar en la Comisión Europea, todavía queda mucho por hacer para clasificar la oferta de ron. Pero, sobre todo, para que el consumidor sea capaz de diferenciar con conocimiento de causa entre los numerosos rones de “marketing” del mercado y los productos de calidad cuyo origen esté certificado por la etiqueta europea de Indicación Geográfica y lleven la mención “tradicional”. Los rones de “marketing” no deben dar a entender en ningún caso a los consumidores que tienen un origen definido mientras no puedan demostrarlo y verificarlo con documentos.
Los candidatos extraeuropeos al registro de Indicaciones Geográficas de los que solo es posible obtener documentación muy breve y poco detallada no nos dan ninguna garantía de que respetan las reglas y los métodos tradicionales que definen el ron, especialmente en cuanto al origen de la materia prima, el tiempo de envejecimiento, sus prácticas de endulzamiento excesivo y la posibilidad de añadir ingredientes después de la destilación.
Solo si la Unión Europea decide hacer respetar en las Indicaciones Geográficas los más exigentes requisitos de calidad, se darán las condiciones ideales para que el ron pueda mejorar y ofrecer al consumidor buenos productos de origen. De esta manera, su valor añadido aumentará y beneficiará a todos los actores del sector, ya que la producción respetará los más elevados estándares sociales y medioambientales.