El diccionario define a un coleccionista como aquel al que le gusta reunir sistemáticamente, gradualmente y gracias a elecciones sucesivas, un número teóricamente ilimitado de objetos que tienen ciertos puntos en común, debido a su valor científico, artístico, estético, documental, emocional o económico.
Empecé mi colección hacia 1990 en un momento en el que pocas personas se interesaban por el ron. Con frecuencia encontraba botellas de Trois Rivières de 1953 a menos de 100 euros o de ron Negrita de los años 30 por 30 euros.
¿Por qué colecciono? Para guardar una muestra de lo que se producía hace decenios y por mi pasión por los buenos aguardientes. Para poder abrir una vieja botella con mis amigos cuando me apetece y sorprenderme. Coleccionar es también anticiparse, darse cuenta de lo que merece ser conservado, degustado y sobre todo compartido.
Una botella de colección es antes que nada una bebida espirituosa de alta calidad, no tiene necesariamente que ser una edición limitada. El precio de compra no es un buen criterio para incorporar algo a la colección. Las botellas raras se cotizan mucho, aquellas que ya no están a la venta se disparan; cuanto menos queda, más sube su valoración. El origen y estado de conservación son también importantes.
Cada coleccionista tiene su propio gusto y a veces se centran en una destilería o un origen. La mía tiene como punto en común la calidad, el sabor, el estilo y la antigüedad, sobre todo me interesa el final del siglo XIX. Los estilos que colecciono son agrícolas (sobre todo Bally y Trois Rivières), Demerara y Jamaica (sobre todo Wray & Nephew). Cuando compro una botella plastifico rápidamente el cuello, la conservo de pie y en un lugar donde la temperatura oscila entre 15 y 20 grados todo el año.
Respecto a la especulación, forma parte de nuestro día a día y de todo el mundo del ron. Habría que limitar las compras por persona para evitar la reventa. Algunos distribuidores y productores cuelgan las botellas a la venta en su página web y se agotan inmediatamente para aparecer un poco más tarde mucho más caras.
El mundo de los espirituosos se está llenando de gente que quiere sacar mucho beneficio en poco tiempo. Pero, ¿son realmente aficionados? Los distribuidores reservan muchas veces botellas a gente de negocios, olvidándose de los consumidores reales y poniendo precios prohibitivos que les impiden acceder a sus rones favoritos.