Capítulo 2: El viaje a Nicaragua
Managua no es un destino idílico. Completamente destruida por un terremoto en 1992, la capital de Nicaragua, donde nadie se mueve a pie, es una sombría sucesión de urbanizaciones y barrios marginales que no superan los dos pisos. El temor a una réplica y la falta de fondos han impedido que se realizara una reconstrucción decente, a pesar de que se trata del centro histórico.
Llegué un sábado por la noche y el domingo, después un agradable paseo por el enorme mercado de Rumberto Huembes, tomo una decisión rápida. La primera reunión será el lunes por la mañana y la Hacienda está al norte, así que me voy a León, la antigua capital, con su centro histórico, su catedral y su extraordinario museo de arte contemporáneo mesoamericano. Además León está muy cerca de Chichigalpa, el pueblo donde se encuentra Flor de Caña.
El viaje hacia el norte consiste en seguir la única carretera que hay, la Panamericana. Se tarda dos o tres horas, dependiendo del tráfico y el estado del taxi en el que te hayas subido.
El viaje me permite contemplar el paisaje. El camino lleno de baches hacia el norte no se ajusta a la imagen que tenía de Nicaragua: un país cubierto de bosques donde los misteriosos templos de los nativos americanos atraviesan el follaje para alcanzar a los dioses.
Viajando por una llanura con volcanes a la derecha y el océano a la izquierda, el camino hacia el norte muestra un paisaje muy seco. La vegetación es abundante, pero no exuberante, y los colores se inclinan hacia tonos amarillos en lugar de verdes. El ganado es escaso y bastante delgado. Hace mucho calor, y mi taxista confirma que esta es la estación seca. Los primeros campos de caña de azúcar aparecen después de una hora y media en el calor abrasador.
La puesta de sol apenas baja la temperatura al llegar a León. Una vez allí, dejo las maletas en una miserable casa de huéspedes y voy a comer algo al café Sesteo, el punto de encuentro de poetas e intelectuales en el siglo XIX. Sus retratos adornan las paredes, siendo el más importante el de Rubén Darío, gran poeta nicaragüense y una figura destacada de la literatura latinoamericana de la época. Este café «histórico» tiene excelente wifi (muy útil). Cuando me conecto a la red, descubro que la primera reunión con los directores del grupo Pellas tendrá lugar en Managua a las 9.
Después de pasar la noche en un horno, regreso a la estación de autobuses a las 5 de la madrugada y tomo un taxi para hacer el mismo camino de antes, pero en la otra dirección, durante 3 horas. Ya desde el amanecer, el calor se va acumulando dentro del automóvil. Me siento en el asiento del copiloto en la parte delantera, ya que no hay asiento trasero.
Un grupo en expansión
En la oficina de Nicaragua Sugar Estates Limited, una de las principales empresas del grupo Pellas, no sé qué esperar. Construido sobre las ruinas de la guerra civil por Carlos Pellas, una figura imponente con el físico de un tenor italiano, este grupo en expansión tiene, sobre todo gracias a su complejo agroenergético, el poder de un imperio en un país tan pobre como Nicaragua. Después de un año de hablar con Jason y leer mucho, e incapaz de encontrar una causa objetiva a la enfermedad, he preparado unas preguntas muy incisivas, aunque son simples y razonables..
El encuentro tiene lugar en la gran sala de reuniones de la compañía. Los empleados, vestidos con trajes blancos y negros me miman, cuidando de mi falta de descanso con café servido en tazas de porcelana. Me presentan al doctor Dennis Chavaria, y luego me dicen que Ariel Granera Sacasa, director de comunicación, pronto se unirá a nosotros. Hay algunos silencios incómodos, hago algunos chistes, por ejemplo, derramar mi café, y aprovecho esta oportunidad para pulir mis preguntas.
Son estas: ¿No es verdad que el rápido crecimiento de la industria del cultivo de la caña de azúcar, en los años 2000 y en adelante, ha sido impulsado por el dinero del Banco Mundial, el verdadero culpable? ¿Se definieron bien las condiciones de trabajo para que los hombres y mujeres que se dedican a cortar la caña estuvieran preparados para este trabajo extremadamente duro? Las últimas investigaciones muestran un vínculo directo entre la deshidratación extrema que afecta a los trabajadores y la enfermedad. ¿Por qué no se sabía esto desde el principio? ¿Por qué las noticias culpan de la enfermedad a los atributos del trabajador (consumo excesivo de alcohol o analgésicos, factores genéticos)? ¿Es normal trabajar en la actualidad en condiciones extremas, sin pausas y sin hidratación? ¿Por qué el grupo, como miembro influyente del Comité de Productores de Azúcar en Nicaragua, no impone normas básicas como la duración de la jornada de trabajo y garantiza agua y sombra a toda la cadena de producción, desde el subcontratista hasta el cortador de caña?
Estoy preparado y, sorprendentemente, estoy relajado. Han pasado algunos años desde que se abandonó el sistema de subcontratación y el trabajo está casi totalmente mecanizado. También sé que la Hacienda ha implementado sus propios programas. Esta es una industria que está cambiando, pero vengo con la intención de defender fieramente a la otra parte. Esto es ingenuo, pero quizás mis ideas ingenuas puedan confirmarse si conozco mejor el complejo mundo donde opera Pellas. La forma más simple de contener la enfermedad: ¡dé a los trabajadores agua, descansos y algo de sombra, por el amor de Dios!
Datos que dan vértigo
Como investigador novato y algo inocente, no esperaba conocer a un hombre tan simpático y astuto como Ariel Granera Sacasa. De habla francesa, con unos 50 años, 1.68 metros de alto como mucho y un brillo travieso en sus ojos, el director de comunicación del grupo Pellas se parece a Dustin Hoffman. Muy sabiamente, me saluda con una bondad desarmante y empieza la entrevista con una breve historia de Nicaragua desde la independencia hasta nuestros días, hablando un francés perfecto.
Ariel está acompañado por Dennis Chavaria, el médico responsable de realizar investigaciones internas sobre las causas de la enfermedad y de implementar soluciones. De Ariel obtendré datos alucinantes. Nicaragua Sugar Estate cuenta con 18 000 hectáreas de cultivo de caña de azúcar (es decir, casi tanto como toda el área plantada en La Reunión), se producen 600 000 toneladas de azúcar cada año y tienen una fábrica que genera la energía que consumen anualmente 150 000 automóviles, varias escuelas y un hospital para sus empleados, es realmente un estado dentro de otro estado.
Mis preguntas supuestamente embarazosas son rápida y momentáneamente aniquiladas por sus respuestas. Según Ariel, el dinero del Banco Mundial se utilizó principalmente para invertir en la unidad de producción de etanol. La expansión tuvo lugar lentamente. Las regulaciones de salud y seguridad establecidas por el Ingenio San Antonio protegen a los cortadores de caña de azúcar, que comienzan a trabajar a las 6 de la mañana y terminan al mediodía a más tardar, con descansos de 10 minutos cada hora y mucha agua. Además, la caña de azúcar ya no se compra mediante subcontratación y el 90% del cultivo de caña de azúcar ahora está mecanizado.
Además, el NSEL está a punto de recibir la certificación Bonsucro, siendo Bonsucro la red de certificación global para el sector de la caña de azúcar que fomenta el desarrollo sostenible en sus tres aspectos, económico, humano y ambiental. ¡Circulen, aquí no hay nada que ver!
Un estado fallido
El doctor Chavaria, un hombre discreto, me dice que está dispuesto a compartir todas sus estadísticas sobre los casos clínicos observados dentro de la empresa, cuyo número disminuyó de 120 casos durante el período 2006-2008, cuando la enfermedad alcanzó su punto máximo, a unos 30 casos por año desde entonces. Aunque admite que las causas de la enfermedad pueden ser «ocupacionales» (relacionadas con la parte física del trabajo), el doctor Chavaria me explica que es imposible señalar solo a esta causa porque también se les ha diagnosticado la enfermedad a niños de áreas urbanas.
En aquel momento, no había avanzado mucho en mi investigación sobre la responsabilidad del grupo. No dudaba del médico, un hombre que me pareció honesto y que resultará que estaba en lo cierto, pero estaba deseando conocer a los profesores de la Facultad de Medicina que Jason me recomendó ver en Léon. Pero tenía que tener paciencia porque, en aquel momento era el invitado del grupo Pellas. Tenía planificado volver a Léon para reunirme con los responsables de Asochivida, una asociación que lleva a cabo negociaciones con la empresa azucarera en nombre de los trabajadores enfermos. Jason Glaser llama irónicamente a sus directores «sí a todo». Pero lo cierto es que Asochivida fue quien le dio la cobertura mediática a la enfermedad en Chichigalpa en 2008.
Esta vez, viajo con la encantadora Rafaella Serrano, una profesional a cargo de la comunicación del grupo que habla francés. Este viaje con aire acondicionado es completamente diferente a los dos primeros. Me sacude una idea. Este ya no es el mismo país. Es como si estuviera viendo un documental agradable en la televisión, cómodamente instalado en el sofá de mi sala de estar. Mágicamente, el paisaje ha cambiado de repente. Las casas construidas descuidadamente al lado del camino o el óxido en el hierro corrugado han perdido su aspecto agobiante y se han convertido en algo pintoresco. Lo único que permanece igual es la hermosa energía que transmiten las personas que viven allí. De repente, todo parece más natural, más fácil… Dentro del automóvil, la conversación entre burgueses civilizados y globalizados se centra en la vida y las familias de los pasajeros…
Después de una comida rápida, llegamos a Chichigalpa, nuestro destino. La asociación tiene su oficina justo en frente de la puerta de metal que marca la entrada vigilada de la plantación azucarera. Es un parking de tierra, bajo unas extravagantes e inmensas paredes de hormigón pintadas en verde claro y unas bonitas puertas de hierro forjado, pero con una decoración muy minimalista en el interior: una losa de hormigón y muebles de plástico. Me tratan con la máxima cortesía. Después de esta reunión tengo una imagen aún más confusa del caso. Claramente, la asociación y el Ingenio San Antonio van de la mano, pero es difícil culparlos por ello en un país donde el estado es completamente deficiente.
“Los oponentes más radicales del grupo Pellas quieren dinero. Estamos intentando conseguir otro tipo de compensaciones” – El presidente de la asociación Asochivida.
En esencia, Asochivida está a favor de establecer un diálogo constructivo con la empresa. La queja que presentaron en 2008 ante la Organización Mundial del Comercio permitió iniciar los primeros proyectos de investigación en la región (criticados por Jason Glaser). Desde entonces, la asociación ha negociado para defender lo que se puede defender. Ahora intentan recaudar fondos para permitir que los trabajadores enfermos tengan medicinas y para pagar los 150 dólares que los enfermos más graves necesitan a la semana para diálisis y gastos básicos. También intentan desarrollar una línea de microcréditos para ayudar a abrir pequeños negocios a los trabajadores que no pueden volver a los campos.
Su presidente se enorgullece en anunciar la financiación de 86 tratamientos de diálisis semanales, en comparación con los 5 de hace solo unos años, y está encantado de enseñarme la farmacia que tienen justo al lado de la oficina de la asociación. Los opositores radicales como Jason o Carmen Ríos (una importante activista) son duramente criticados. «Los opositores más radicales al grupo Pellas buscan compensación económica aunque no haya evidencia legal. Quieren dinero, y lo quieren ahora. Nosotros buscamos otras formas de compensación «, dice para justificar sus esfuerzos.
La búsqueda de la verdad es siempre compleja y tiene muchas caras. ¿Cómo puedes culpar a los que no tienen nada por tener un enfoque constructivo e intentar negociar para conseguir al menos lo mínimo? La oficina ruinosa parece indicar que la asociación necesita recursos económicos, teniendo en cuenta lo que está en juego. Justo al otro lado de la calle, la puerta de metal del Ingenio está cerrada y vigilada. Lo que pensaba mientras iba en el coche con el aire acondicionado se hacía cada vez más evidente: es mejor estar dentro del grupo Pellas que fuera.
Para visitar la Hacienda y los campos de caña de azúcar al día siguiente, decido pasar la noche de nuevo en León. Esta vez, elijo un hotel que enorgullece al país, aunque es muy caro. El Convento es un auténtico convento del siglo XIX.
Bienvenido a Sugarland
Todavía me cuesta encontrar contactos dentro de las comunidades independientes de cortadores de caña de azúcar. Podría coger un taxi y emprender una aventura, pero realmente no sé a dónde ir y se me acaba el tiempo. Este es claramente una de las limitaciones de mi investigación.
Por la mañana temprano alguien me recoge. Este es el «Día Corporativo», el día de la visita oficial. ¡Voy a verlo todo! El coche pasa por Asochivida. Pero esta vez cruzo la famosa puerta de metal para entrar en Sugarland. Por supuesto, me dan una bienvenida digna de un rey. La visita comienza en las oficinas. Me recibe el gerente local, un híbrido entre Bud Spencer y Sean Connery. Con un atuendo colonial (camisa blanca, pantalón beige, barba blanca), este gigante ha estado administrando el ingenio azucarero durante 30 años. Nos da la bienvenida a mí y a mis acompañantes (el doctor Chavaria y la señora Serrano) en la sala de reuniones, donde las paredes están cubiertas de fotografías en blanco y negro que representan los 130 años de historia de la casa.
Una verdadera fuerza de la naturaleza, nuestro anfitrión despotrica de todo y de todos. No tolera que nadie acuse a su empresa, su vida y su trabajo de ser inhumanos. Señala las buenas prácticas de una empresa que, ya en el siglo XIX, comenzó a ofrecer tratamientos médicos a sus empleados, en un momento en que el país ni siquiera tenía seguridad social. Impresionante.
Todos acordamos reunirnos para almorzar y luego ir al campo contiguo. Pasamos junto a los campos de caña de azúcar, que se extienden hasta donde alcanza la vista en la llanura. Camiones y trenes con casi 10 vagones llenos hasta arriba de caña de azúcar bajan por el camino de tierra. Una vez que estamos en el sitio, podemos disfrutar de un hermoso espectáculo. ¿Está todo orquestado para mí? ¿Cómo puedo saberlo cuándo hay tan poco tiempo? ¿Qué estoy viendo? En un campo donde la caña ha sido quemada, un equipo de “soldados futuristas”, ataviados de la cabeza a los pies con ropa que les protege de los cortes, trabajan con la ayuda de machetes curvos, lo que les permite no romperse demasiado la espalda. Marchan hacia adelante en filas cerradas.
Todo está ennegrecido debido a la caña de azúcar carbonizada. Un aparato móvil con atomizadores les rocía dando un poco de frescor. Una niña, vestida también con un traje militar, camina por el campo, con pinta de doctora y llevando una mochila llena de agua. Otra niña va de un trabajador a otro con un bloc de notas en la mano, y parece tomar medidas (temperatura, tensión). Al margen, unos guardias amables supervisan la operación. En un extremo del campo, un trailer resulta ser un hospital de campaña. Uno no puede evitar preguntarse si hay más observadores que cortadores de caña…
Las once en punto. ¡Sorpresa, sorpresa! En el trailer, me encuentro con los mismos trabajadores con los que había hablado y cuya foto tomé en el campo. Realizan pruebas de orina a todo el mundo para comprobar el nivel de deshidratación y, lo que es más importante, para recopilar información sobre estos trabajadores agrícolas y hacerles un seguimiento. Medicina estadística en marcha. Me alegra no tener que orinar en un tubo porque, como hipocondríaco y alcohólico, me empezarían a doler los riñones …
No soy tonto. No pueden asignar este tipo de equipo a todos los campos y en cada sesión de corte. Me confundieron tambièn otras inconsistencias. ¿Por qué cortar la caña de azúcar manualmente en un terreno tan llano? Me dirijo al médico para obtener respuestas. No responde a mi pregunta directamente, pero se detiene en los objetivos de la recogida de datos para el programa de investigación, que son descubrir si hidratación, descanso y sombra son suficientes para contener los patógenos responsables de la enfermedad CDKu y tratar de determinar las causas que llevan a su desarrollo.
Las puertas del cielo
De vuelta de los campos, nos apresuramos a pasar por la destilería (refinería), un enorme polígono industrial que podría haber aparecido en la película Blade Runner de Ridley Scott o en Dune de David Lynch. Todo está cubierto de polvo gris oscuro debido a la quema de caña de azúcar. Todo es enorme, moderno, trágico, industrialmente bello, nada romántico. Tienes que molestarte para llegar allí. ¡Inténtalo y ya verás! Normalmente, los turistas del ron no van más allá de la Hacienda, sus jardines, su centro de visitas y sus barricas… Un entorno más presentable.
Después visitamos la fábrica de embotellado, donde nos muestran la unidad de producción del agua isotónica que se distribuye a los trabajadores. El agua que producen cuenta con tres sabores: limón, violeta y grosella negra. Esto tiene relación con la investigación realizada para erradicar o tratar de erradicar todas las posibles causas de la enfermedad. Visitamos la escuela destinada a los hijos de los empleados de Pellas, y luego el hospital con su equipo de última generación, pero sin equipo de diálisis, y ese es el final de este recorrido perfecto por la propiedad. El Ingenio San Antonio es un mundo en sí mismo, donde las personas parecen vivir una buena vida.
Son las doce en punto, es hora de almorzar en la Mansión, un paraíso tropical muy cuidado. Después de disfrutar de una pausa en el jardín de Circe con su suavidad mediterránea, es hora de volver a recorrer los polvorientos caminos de tierra. Salimos de la finca atravesando la misma puerta de metal. ¿Es la puerta del cielo? El calor nos sofoca de inmediato, aunque vamos en un cuatro por cuatro. Una nueva puerta de metal, aún más majestuosa, nos espera un poco más adelante. Todavía ubicada en la ciudad de Chichigalpa, la Hacienda Flor de Caña es la finca del ron. Esta es la verdadera atracción turística del grupo Pellas. Hay decenas de miles de barricas envejeciendo la única marca de ron de Nicaragua.
A nuestra llegada, la policía nos registra. Dos tipos cuyo auto está aparacado un poco más lejos paran a todos los coches «raros» que entran en la finca. Buscan a un «periodista francés» que hace preguntas. No soy periodista, pero soy francés. Todo lo que tengo que hacer es estar callado, y todo irá bien. Me quedo en el coche, cerca de la entrada de servicio. El joven gerente de comunicación de la marca que estaba esperando adentro y la señora Serrano se tiran hablando unos diez minutos. Me señalan varias veces. Puedo sentir que mis anfitriones están un poco nerviosos pero controlando la situación.
Finalmente, el policía, con una mirada muy astuta en su rostro, se me acerca. A veces la adrenalina tiene sus virtudes, y no tiemblo demasiado cuando respondo sus preguntas, mirando fijamente al brillo travieso en sus ojos. Sí, soy francés. No, no soy periodista. Lo miro a los ojos. Veinte segundos después, nos damos la mano y nos separamos. Se da vuelta con una mirada divertida. Las puertas de metal se abren, rodando sobre sus rieles.
Estoy bastante confundido sobre el motivo del intenso momento que acaba de suceder. Mis compañeros esquivan mis preguntas y me responden con tópicos. ¿Fue una muestra de autoridad por parte del gobierno local hacia los Pellas? ¿Fue todo escenificado? Esto último es poco probable, porque mis anfitriones están extremadamente molestos. Esto agrega otra pieza al rompecabezas. Es más fácil ser un troll frente a la pantalla del ordenador.
¿Qué puedo decir sobre esta nueva visita? Me presentan más gente agradable. Una cálida bienvenida, un stock impresionante del que puedo tomar fotos, a pesar de la oscuridad… Una buena degustación vertical de rones Flor de Caña… No me puedo quejar, pero realmente prefiero dejar el aspecto técnico del ron a otros colaboradores de Rumporter más expertos. Además, no he venido por eso. Volveré.
Alrededor de las 4 de la tarde creo que finalmente podré disfrutar de un poco de tiempo para visitar solo las atracciones turísticas de León, una ciudad que me gusta cada vez más. ¡Ay! Los directores de marketing de la marca están interesados en conocerme. Han organizado una cena en Managua esa misma noche. De vuelta a la Carretera Panamericana, viajamos de nuevo en un cuatro por cuatro. En esta cena conozco a más gente simpática, el tipo de gente que conoces frecuentemente en una industria tan agradable como la nuestra. Debo reconocerle a Flor de Caña tres virtudes principales: la edad de la etiqueta es real (lo confirmé al visitar las bodegas de añejamiento), su ron no tiene aditivos y no te produce dolor de cabeza.
Un choque estético
Al día siguiente por la mañana, por fin estoy libre. Estoy deseando volver a León, donde se supone que debo reunirme con los profesores de la Facultad de Medicina, Marvin Gonzales y Aurora Aragón, con quienes Jason me ha organizado un encuentro. Pero voy a tener que esperar un poco. Hoy es miércoles por la mañana y el doctor Gonzales, con quien he estado intercambiando correos electrónicos, no estará disponible hasta el jueves por la noche. Me voy el viernes, así que eso no me deja mucho tiempo. Llego a León después del enésimo viaje en taxi por la carretera Panamericana. Esta vez, el vehículo que me ha reservado el hotel tenía asiento trasero pero no aire acondicionado. Tengo una reunión por la noche, así que me queda un poco de tiempo para descansar y visitar la ciudad.
Comienzo con el museo que hay al lado del hotel. Es todo un choque estético. La colección permanente de pinturas contemporáneas mesoamericanas, que van desde 1950 hasta hoy, es simplemente increíble. Solo este museo ya justifica una visita a León y, por lo tanto, a Nicaragua.
Después de ver algunas catedrales barrocas y beber unas copas de vino, me echo una siesta y escribo al profesor para confirmar que va a assitir a nuestra cita -una de las más importantes para mí- a las 6 de la tarde en el restaurante del hotel, con una fuente central rodeada de un jardín. Bajo las arcadas de este antiguo claustro, el doctor Gonzales y el doctor Aragón llegan a tiempo. Estoy un poco nervioso ante la idea de hablar con un profesor universitario. Tengo la sensación de que puede ver dentro de mí, y me avergüenzo de mi letra cuando se inclina para mirar mi bloc de notas. El que fue un mal estudiante, siempre lo será…
Leyes injustas
Aprendo mucho sobre la enfermedad y los métodos científicos utilizados por aquellos que no tienen muchos recursos. Admiro la dedicación y determinación de mis entrevistados, pero no descubro mucho sobre las causas de la enfermedad y/o la responsabilidad del Ingenio San Antonio. No digo que el doctor Gonzales esté ocultando información, pero creo que por un lado quiere conservar un potencial aliado que le permita terminar su investigación y que, por otro lado, su rigor científico es absoluto, lo que le impide llegar a conclusiones definitivas.
Aún así, el doctor lanza algunas flechas (que con suerte alcanzarán su objetivo) a la falta de transparencia que muestra la compañía respecto a compartir la información de su investigación interna. El doctor, un empleado público, es más agresivo contra la ley de 2008 que le ha denegado a muchos pacientes el acceso a la atención médica básica.
Esta es mi conclusión principal de esta entrevista, aunque no es la más conveniente para mí. Descubrir el tráfico de influencias que tuvo lugar para aprobar una ley nicaragüense que data de hace casi 10 años está fuera de mi área de competencia como investigador. Sin embargo, el material que tengo a mi disposición es rico en contenido y las noticias que regularmente recibo de Jason son alentadoras… Tal vez nunca sepamos LA verdad, tal vez los pacientes y las familias de las víctimas fallecidas nunca reciban compensación, pero estamos participando activamente en la resolución del problema. Es hora de escribir un reportaje. Pero, ¿qué escribo?
Mientras tanto, tengo que recorrer el camino entre Léon y Managua por última vez. Más tarde, cuando me preguntaron sobre mis pensamientos sobre Nicaragua, respondí: «no es un país, es una carretera».
Capítulo 3: Llegó la hora de las conclusiones
Tan pronto como aterrizo en París, cojo un vuelo a Madrid. Emiliano y Elvira, que están preparando el primer número de Rumporter en español, me están esperando. Marc Catalán, director de Flor de Caña para Europa, con quien tenemos una cita, ha oído hablar de mi viaje a Nicaragua, por supuesto. Cuando finalmente puedo dejar mis maletas en París, le envío un mensaje a Jason Glaser. En un giro radical de los acontecimientos, el tono ha cambiado. Ariel Granera Sacasa y Jason finalmente se han conocido. Me dice que han progresado enormemente.
Los problemas que tuvo con el Ingenio San Antonio fueron tantos que cree que se debieron a una sucesión de malentendidos. No me dejo embaucar, pero tampoco soy cínico al respecto. La política no es más que el juego de ganar y perder terreno. Confío absolutamente en Jason, aunque sé que no es un santo, y le tengo mucho aprecio a Ariel, así que me digo a mí mismo que, al final, el tiempo está de nuestro lado. Ya no es urgente escribir el reportaje. La vida vuelve a la normalidad.
Tiempo para reflexionar
Además, siento que hay un gran agujero en mi investigación. No puedo ponerme en contacto con la gente de Pase, la asociación estadounidense que facilita asesoramiento legal gratuito a los trabajadores que han sido expulsados de los sistemas de seguridad social. Son una de las mejores fuentes de información sobre el terreno, pero ya no me responden. Una vez conseguí contactar con «Clémentine» en Skype.
Ella me pidió específicamente que no la nombrara en el reportaje (he cambiado su nombre por este motivo) por miedo a no poder volver nunca a Nicaragua a trabajar como abogado. Así que esperaré a hablar con ellos antes de escribir algo. Esperar unos meses me ayudará a reposar las cosas: la mente hará su magia y seguirá trabajando inconscientemente. Me doy cuenta de que tengo miedo de no estar a la altura de lo que está en juego.
Después de unos meses, empiezo a escribir un poco, sobre todo durante mis viajes en tren. Cambio el título del reportaje diez veces. Quiero algo que llame la atención en redes sociales pero también que sea un fiel reflejo de mis ideas, sin ser demasiado sensacionalista. Recuerdo la valiosa lección periodística que me enseñó Tom Gjelten. Después de dudar entre «Asesinato en masa con caña de azúcar» y «¡Circulen, no hay nada que ver!», Finalmente opto por una pregunta: «¿Fue justificado el boicot a Flor de Caña?».
Al final me voy de retiro durante una semana, solo en los Alpes, para escribir toda la historia. Una caminata de dos horas en la montaña estimula la mente más que cinco horas de escritura estresada y acompañada de café y cigarrillos. Todas las piezas comienzan a encajar. Esta narración es el resultado de estos momentos tranquilos. Sopeso, evalúo y descarto algunas de las ideas negativas al darme cuenta de que hay cosas que realmente no nos incumben.
Una enfermedad con múltiples causas
Es hora de llegar a conclusiones. De lo contrario, podría ser culpado por acabar este artículo sin responder la pregunta que titula el reportaje. ¿Cuán justificado fue el boicot a Flor de Caña? Puedo responder espontáneamente que sí lo estuvo, ahora que puedo presentar argumentos. Es razonable pensar que, en sus respuestas oficiales, la administración de NSEL mencionara otras causas de la enfermedad que les permitieran limpiar su nombre, con el objetivo de ganar tiempo para resolver el problema internamente sin manchar su reputación o, incluso, para evitar pagar por un sistema mortal del que son solo uno de muchos beneficiados.
De mis reuniones con algunos médicos de salud pública, investigadores independientes a los que el estado nicaragüense sigue poniendo palos en las ruedas, aprendí una cosa. No hay un único culpable al que se pueda colgar en la plaza del pueblo. A todo el mundo le cuesta encontrar el origen del problema. Esto es un hecho. Cuando falta información, lo fácil es simplificar y culpar solo a una parte. Todo tiene muchas ramificaciones y, en mi opinión, esto es lo que sucede con el CKDu. Dicho esto, ¿por qué esperar a saber la causa a ciencia cierta cuando se puede mejorar la más fácil de todas: las condiciones de trabajo de los cortadores de caña?
Un mundo aparte
Los gerentes del Ingenio San Antonio que conocí siempre han sido muy agradables, con motivaciones genuinamente buenas (lejos de los esbirros hipócritas que esperaba encontrar). Sin embargo, viven en una especie de realidad alternativa, un mundo aparte. Es posible nacer en el Grupo Pellas y hacerse mayor, recibir una educación, trabajar, envejecer y morir allí. Sus directores tienen todo el derecho de presumir sobre su sentido de la responsabilidad social (una forma de paternalismo que ha desaparecido en nuestra parte del mundo, lo que no es necesariamente algo bueno). Pero no se sienten responsables de las políticas de salud pública, que deben ser aplicadas por el estado nicaragüense.
Como dice el encantador doctor Aragón, son principalmente culpables de entrismo y de no participar en los esfuerzos colectivos. Es fácil decir esto cuando estás cómodamente sentado en tu silla a 8 000 kilómetros de allí y por eso he medido cuidadosamente mis palabras. De hecho, en lugar de argumentar un caso contra el Grupo Pellas, más bien culpo al modelo de desarrollo que han alentado las instituciones mundiales. El caso nicaragüense ilustra el típico caso de productivismo, estableciendo industrias de exportación en áreas rurales y provocando los habituales problemas asociados: destrucción de estas comunidades rurales, monocultivo, pérdida de biodiversidad, entrada en un círculo vicioso al intentar modernizarse pero a la vez endeudándose, etc.
Dignidad o modernidad
En el fondo, los directores del Grupo Pellas piensan que tienen razón. Una prueba de esto es lo orgullosos que me hablaron de la Galería de Managua. Admirada por su modernidad y las marcas que han abierto tiendas allí (Adidas, Apple, Zara), la Galería no es más que un centro comercial exactamente igual a los del resto del mundo y, en realidad, supone un mazazo a los negocios locales.
No los culpo cuando yo mismo elijo estúpidamente la comodidad de un cuatro por cuatro con aire acondicionado en lugar de los taxis caóticos y calurosos de la calle. Y no los culpo necesariamente cuando leo sobre lo que está sucediendo en Chiapas, donde las comunidades rurales autónomas creadas por los zapatistas bajo el subcomandante Marcos continúan rechazando este modelo de desarrollo con un considerable coste en términos de esfuerzo diario, a cambio de recuperar su dignidad y libertad de pensamiento. Dignidad contra modernidad, un debate complicado.
Los resultados de la lucha
Lo diré nuevamente: sí, esos bartenders norteamericanos tenían razón al pedir el boicot a Flor de Caña, pero ahora la situación ha cambiado. Como dice Jason Glaser, es hora de mirar hacia adelante y animar a Flor De Caña a seguir avanzando de manera abierta. Por ejemplo, ha firmado con ellos un acuerdo de cooperación que ha dado frutos y ha convertido SER en la refinería de azúcar más avanzada de América en este sentido.
Jason, que cambió el nombre de su fundación por Isla Network, está trabajando para extender el alcance de su investigación y activismo a otros países de América Central, pero también a África (Egipto) y Asia (Sri Lanka, Tailandia).
Habitualmente me pide que presione a sus nuevos amigos nicaragüenses para acelerar el avance de los proyectos. Ahora ambiciona limpiar todo el sector de la melaza en la industria del ron con la ayuda de Bonsucro. Como señala Ian Burrell, si quieres culpar a A, ¿qué pasa con B que compra melaza de A y C que la compra de B? Pero perseguir el origen de la melaza es un juego completamente diferente y tiene un número infinito de ramificaciones. La melaza viaja de incógnito. Además de esconderse en puertos y colarse de polizón en cargueros como Tintín y Milú, poco podemos hacer para rastrear los camiones cisterna, que encima se usan para otros propósitos además de la producción de ron.
Un homenaje a las víctimas
Esta investigación concluye con una nota de esperanza, pero no puedo evitar pensar que los muertos nunca serán resucitados, ni las viudas de las víctimas de CDKu serán compensadas. Claramente, Nicaragua no tiene los recursos financieros necesarios. En cuanto al Grupo Pellas, no tienen la voluntad ni el poder financiero para soportar toda la responsabilidad en este problema. El tema de la compensación y el largo tiempo empleado para poner soluciones en marcha seguro que dejará una mancha imborrable en la conciencia de todos los que estuvieron implicados en esta trágica historia.
Mientras tanto, quiero deciros una cosa a todos: descanso, agua y sombra. Es así de simple, como un aperitivo antes de la cena… pero quitando el aperitivo, y añadiendo el trabajo manual.